//Manuel Zunnino
Por: Manuel Zunino
13 de enero de 2024
En el
primer mes de gobierno de Javier Milei apostó todo su capital político con el DNU y la
Ley Ómnibus. Jugó más fichas de las que verdaderamente tiene y aceleró sus
tiempos.
Subido
a una velocidad desmedida canceló la posibilidad de tener una "luna de miel"
con la opinión pública. No logró estirar
su aprobación e imagen positiva más allá de sus propios votantes e incluso
algunos de ellos hoy miran los acontecimientos con preocupación.
Según
un estudio que realizamos desde la consultora Proyección, el estado de ánimo de
los votantes que eligieron a Milei en balotaje (56 %) se divide de la siguiente
manera: 41 % optimistas; 8 % con incertidumbre y 7 % pesimistas.
Otro
dato: a treinta días de haber asumido la imagen del presidente no llega al 50 %.
Esto tiene una explicación en las dificultades económicas crecientes, pero
también en la forma en que decidió encarar su comunicación.
Mantuvo
una continuidad discursiva. Su encuadre continúa intacto: una "Argentina
decadente", "la casta" como responsable de todos los males y el combo "ajuste
fiscal + libertad de mercado" como única solución.
Pero su
relato tiene una falla evidente: en campaña sostuvo que el ajuste no lo pagaría
la gente sino la política, los "empresaurios" que viven del Estado, los
dirigentes sindicales, etc. Según la consultora Taquión el 72, 3% de los
argentinos cree que pagará el ajuste y según Zubán-Córdoba el 78,8 % considera
que va a afectar su economía (aunque por el momento, una parte de ellos están
dispuestos a hacer un sacrificio).
Esa
continuidad en la comunicación que puede ser considerada una virtud, presenta
un obstáculo para Milei. Repite no solo el encuadre, sino las lógicas de la
comunicación de campaña sin girar hacia modelos propios de la comunicación de
gobierno, que tienen como objetivo construir consenso y condiciones de
gobernabilidad perdurables.
La
jugada del DNU y las acciones esquivas respecto al Parlamento y a otros
sectores perjudicados, impiden la posibilidad de establecer acuerdos y empiezan
a acumular resistencias. Gobernar por decreto nunca es hacerlo de cara al
pueblo como se propuso el día en que asumió, sino dejándolo afuera de la
conversación. El proceso de discusión de las leyes permite a la sociedad civil
participar de él internalizando ideas, tomando posición e incluso presionando
al poder político.
Milei dividió a la sociedad y continúa orientando el discurso a sus propios votantes. Quienes no están de acuerdo con su paquete de derogaciones y reformas o con el modo de llevarlo a cabo se convierten automáticamente en cómplices o parte de "la casta".
Utiliza
además otra herramienta propia de contextos de campaña: el miedo (y la
amenaza). Es él y sus formas o el abismo. No hay tiempo para conversar, no hay
alternativa, ni es válido siquiera plantear que pueda fallar el camino que
propone.
Pide un
esfuerzo muy grande sin ofrecer nada a cambio. En una lógica cortoplacista su
narrativa dramática no enuncia un plan de gobierno, un rumbo y un para qué del
esfuerzo.
El
ajuste recién arranca: se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina. Es
llamativo que no intente al menos explicar cómo las reformas le podrían cambiar
la vida a las personas. Por ahora, Milei señaló que DNU y Ley Ómnibus
marcan un "cambio de rumbo y el inicio de un camino", pero no indicó hacia
dónde ni definió metas.
Hace
pocos días, en una entrevista, el Presidente aseguró que goza de un apoyo
creciente en la opinión pública y que ello le da crédito para lo que propone
hacer. Si lo comparamos con el mismo momento de Alberto Fernández o Mauricio
Macri, ambos tenían una aprobación superior al 60%. Javier Milei como señalamos
al inicio no llega al 50%. Tiene a su favor que tampoco es alta la imagen de
sus adversarios. Estamos ante un gobierno relativamente débil en apoyo popular
que actúa como si fuera fuerte y una oposición decaída que asume su condición.
En un
contexto muy delicado y luego de un mes del comienzo corre el riesgo de todo
gobierno: enamorarse de su forma de comunicar y creerse sus propias mentiras.
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