Sociedad
Más de un millón de niñas, niños y adolescentes dejaron de ingerir alguna comida al día en los últimos meses, según datos de Unicef Argentina. Los gobiernos se apoyan en el rol fundamental de los comedores comunitarios para paliar esta situación, pero no les garantizan insumos ni un salario a sus cocineros. Radiografía de una deuda pendiente
Por: Javier Borelli
22 de abril de 2023
No tiene más de 10 años ni supera el metro cuarenta. Tampoco puede quedarse quieta mientras hace pendular su baldecito rosa desde la manija plástica. Es la única niña en la fila de adultos que espera paciente en la puerta del centro cultural que funciona en la manzana 5 del Barrio Fátima. No juega con los otros chicos en las hamacas ni en el tobogán que se encuentran a metros de allí mientras esperan a sus padres. Avanza en la hilera hasta quedar frente a la mesa atendida por Rita, una de las cocineras de la olla popular que cuatro veces por semana organiza la asociación civil La Poderosa para ofrecer comida a los vecinos. Entonces alza su baldecito y pide que le pongan ahí las raciones de polenta con tuco para su familia.
En el último tiempo, al menos un millón de niñas, niños y adolescentes dejaron de ingerir alguna comida al día por falta de dinero. La caída en los ingresos también afectó la calidad de los alimentos que pudieron comprar. En siete de cada diez hogares argentinos se redujo el consumo de carne y en cuatro bajó la ingesta de frutas, verduras y lácteos. Los datos corresponden a la Encuesta Rápida sobre la situación de la niñez y adolescencia realizada por Unicef en julio de 2022. Desde entonces la inflación subió un 74 % según el INDEC.
Fotos: Silvana Colombo
La última información oficial muestra que más de la mitad de los chicos menores de 17 años son pobres y que 1,6 millones experimentan pobreza extrema. "Hoy lo que te está sosteniendo que no haya números mayores son los programas de protección social. Los cálculos que nosotros hicimos es que sin programas como la Asignación Universal por Hijo (AUH), la tarjeta Alimentar o el programa Potenciar Trabajo, la tasa de pobreza en la niñez sería 5 puntos más alta y la pobreza extrema sería 10 puntos más", explica a El Editor Carolina Aulicino, oficial de Políticas Sociales de Unicef. Cada punto mencionado por Carolina equivale a 130 mil niños, niñas y adolescentes. Es decir que sin la asistencia estatal la indigencia infantil prácticamente se duplicaría.
Las cifras impactan, pero no alcanzan para dimensionar la gravedad de la situación. El comedor de La Poderosa en el Barrio Fátima, por ejemplo, hace seis meses que no recibe alimentos de parte del Estado. Sin embargo, nunca dejó de entregar viandas para sus vecinos. ¿Cuántas personas más pasarían hambre si no fuera por los comedores comunitarios o las ollas populares? ¿Quiénes se encargan realmente de garantizar el plato de comida en tiempos de crisis? ¿Cómo se reconoce ese rol esencial?
Fotos: Silvana Colombo
Olla poderosa
"En época de pandemia llegamos a entregar 400 raciones diarias de comida los días de semana y hasta 600 los sábados. Ahora bajó porque están abiertas las escuelas y sus comedores absorben esa necesidad de los pibes, que son casi el 60 % de las personas que acuden a nuestra olla", explica Mónica Troncoso, referente de economía de La Poderosa en el Barrio Fátima a este medio. Ella controla el stock y se encarga con sus compañeras de que siempre haya insumos para preparar las cuatro ollas semanales. "Dos tienen carne (o sea mondongo, hígado, pollo o carne de res) y las otras dos ollas son prácticamente vegetarianas. Puede ser un guiso de lentejas, de porotos, de garbanzos o de verduras según lo que se consiga", cuenta. Y las que consiguen son ellas mismas. "Antes íbamos con un flete que costeaban los vecinos a buscar los secos que nos daba el gobierno hasta Pompeya. La mayoría eran garbanzos, porotos, mucha yerba, poca leche y algunos fideos. Lo demás lo gestionábamos a pulmón. Pero ahora no nos dan ni eso", agrega.
Mónica nació en el Barrio Fátima cuando a la zona se la conocía popularmente como la villa 3, una de las más pobladas de la Ciudad de Buenos Aires en la década del 70. Pero tuvo que mudarse junto a su familia para evitar que las topadoras de Osvaldo Cacciatore, el intendente designado por la dictadura militar, arrase también con ellos en su afán de erradicar las villas. Volvió a los 12 años, cuando su padre evaluó que el boleto de transporte que debía pagar para poder cartonear era muy caro en plena hiperinflación. Desde entonces vive en la misma casa, donde hoy además se instala la cooperativa gastronómica "Che, que rico", de la que participa con su marido, su hija y otras cinco vecinas del barrio.
Mónica Troncoso, referente de economía de La Poderosa en el Barrio Fátima. Foto: Silvana Colombo
La cooperativa empezó en 2017 gracias a una donación de 10 mil pesos que permitió arreglar una heladera y comprar mercadería. Pero tardó un tiempo en generar dinero para sus integrantes. Para colmo el contexto económico no ayudaba. "Con la llegada de Macri al gobierno la inflación se empezó a ir al carajo. Mucha gente se quedó sin trabajo y la necesidad era muy grande. Los comedores oficiales del barrio explotaron y el gobierno no tenía cómo darle un plato de comida a esa gente que lo necesitaba. Así que nosotros decidimos empezar una olla los sábados, porque parece que el gobierno piensa que los pibes solamente comen de lunes a viernes y los fines de semana no abren sus comedores".
Los "comedores oficiales", como les llama Mónica, los instaló el gobierno porteño en el barrio hacia 1989 con el fin de contener a la población en un contexto de saqueos por la hiperinflación. La crisis para los vecinos nunca amainó, por eso tampoco se fueron. "Nosotros le decimos comedor oficial porque le financian todo. De lunes a viernes le bajan el pan, carne, pollo o lo que vayan a cocinar según un menú que hace el gobierno para una cantidad de vecinos", detalla. Ella calcula que hay 10 comedores oficiales en el barrio, seis que abren de día y cuatro de noche. Aun así, no alcanzan para dar de comer a todos.
"Para la olla de los sábados nosotros poníamos el cuerpo. Yo iba a cocinar y aparte si generábamos ganancia de la cooperativa siempre donábamos un kilo de carne o de cebolla. Pero no teníamos ni garrafa. Así que le pedimos todo prestado al merendero y empezamos a hacer fuego en la puerta del centro cultural", agrega. Luego llegó la pandemia, la necesidad se multiplicó y las ollas también. Se agregaron comidas los lunes, miércoles y viernes. Se sumaron vecinos y vecinas. Hoy son 20 personas las que se turnan para hacer funcionar los espacios alimentarios de La Poderosa en Fátima.
Fotos: Silvana Colombo
Esenciales
En febrero de 2023 Unicef presentó un estudio cualitativo sobre la situación de la pobreza en distintos barrios populares de todo el país y allí quedó en evidencia el rol fundamental de las organizaciones comunitarias y los comedores. "Vivir en pobreza para un chico o una chica va mucho más que la falta de ingresos", explica Aulicino, una de las responsables del informe redactado por la ONG. "Hay otras dimensiones no monetarias de la pobreza que dejan huellas, como la sensación de falta de oportunidades, o de que no hay salida. Y en eso, el rol de las trabajadoras comunitarias y de los comedores también es muy importante porque tratan de romper esas dinámicas. Hay un trabajo de acompañamiento que es mucho más integral y que no está reconocido", añade.
Mónica tiene puesta una remera con la cara de Ramona Medina, la referente de La Poderosa en el Barrio Múgica (ex villa 31), que falleció con coronavirus en los inicios de la pandemia. Se contagió mientras participaba en actividades comunitarias y denunciaba públicamente la falta de agua para higienizarse en momentos en que la prevención pasaba precisamente por ahí. La remera lleva una consigna: somos esenciales.
"A los pocos días que falleció Ramona yo me enfermo de COVID. Voy a parar en un hospital internada y me entero que otras tres cocineras de nuestra organización también estaban pasando lo mismo. Nos enfermamos trabajando para ayudar al barrio, como le pasó a Ramona. Y por eso la llevamos como bandera", explica Mónica. La muerte de la militante popular mostró la relevancia de su tarea en los barrios más vulnerables y, tras una campaña impulsada por La Poderosa, el gobierno nacional decidió otorgar un plus salarial a las cocineras de las organizaciones sociales que por su tarea en el marco de alguna cooperativa estuvieran recibiendo un programa Potenciar Trabajo. Pero no todas lo recibieron, a muchas se les discontinuó sin motivo y en definitiva no se trató más que de un parche coyuntural ante una situación que explotó en la cara del gobierno.
Por eso, desde La Poderosa impulsaron este año el reclamo por un reconocimiento salarial para las cocineras comunitarias. Se trata de un proyecto de ley que fue presentado el último 8 de marzo, Día internacional de la mujer, que contempla un ingreso que tenga como piso el Salario Mínimo, Vital y Móvil, vacaciones, jubilación y seguridad social.
La iniciativa contempla, aproximadamente, a unas 70 mil mujeres. Lo que según cálculos de la organización representaría un presupuesto global equivalente a menos del 0,07 % del PBI nacional. Claro que las cifras son aproximadas. Durante la gestión de Daniel Arroyo como ministro de Desarrollo Social de la Nación (2019-2021), además de la tarjeta Alimentar se impulsó un Registro Nacional de Comedores y Merenderos. La inscripción voluntaria identificó unos 5.600. Pero solo la organización Libres del Sur, que denuncia hace un año faltantes en la entrega de alimentos, asegura sostener unos tres mil comedores en todo el país. Las actuales autoridades de ese Ministerio no quisieron prestar declaración para esta nota y dijeron no contar con información actualizada.
Foto: Silvana Colombo
Políticas públicas
"Nosotros no estamos en contra de las políticas que hace el Estado. Lo que estamos en contra es que para esa política no se piense la persona que va a ser supuestamente beneficiada. La piensa gente que no pasó hambre ni vivió en los barrios", plantea Mónica. "No entiende todo el trabajo que hay detrás para hacer una olla. No digo que entreguen subsidios a todo el mundo, sino que empiecen a entender que detrás de cada olla popular hay alguien que la elabora. Que hace falta gas, agua, un lugar que esté acorde para hacer alimentos, etcétera", detalla.
"Nos sentimos abandonadas en ese tema", agrega Rita Troche, una de las vecinas de Fátima que participa de la olla de La Poderosa. Ella vive en el barrio hace 28 años y hace cuatro se sumó al comedor. Primero lo hizo sola. Después invitó a su melliza, con quien comparte tareas los miércoles. Llegan a las 8 de la mañana al Centro Cultural para cocinar "lo que haya" y se van a las 13.30 después de limpiar. Desde que vive en el barrio dice que las cosas no han cambiado: "Todo sigue igual. Siempre hay necesidad". Y desde lejos no se ve.
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