Ciencia

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Ballenas a la vista, cada vez más cerca

Durante 2023 arribaron en masa a "la perla del Atlántico" ballenas francas australes. El dato aparece en un registro de investigadores de CONICET y la Universidad Nacional de Mar del Plata. La iniciativa habilita estrategias de conservación y brinda oportunidades para el avistaje costero de esta especie protegida

Por: Fernando Fuentes
27 de enero de 2024

Hace 7000 años para ver una ballena bastaba solo con llegarse hasta lo que hoy es City Bell. El hallazgo en 1993 de restos fósiles de una ballena azul -en el fondo de una finca y mientras excavaban para colocar una pileta- bien puede dar cuenta de ello. Luego el mar dejó de transgredir suelo bonaerense y el agua de manera paulatina descendió hasta los niveles actuales. Ahora hay que viajar un poco más lejos, si se quiere ver a estos fantásticos mamíferos marinos.

Aunque no tanto, alcanza con salir del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), tomar la ruta 2 y arribar a la siempre feliz Mar del Plata. Es que la ciudad durante 2023 quebró su récord histórico de avistajes de ballenas francas australes. Fueron 90 eventos, divisados desde la costa. Además, en comparación con años anteriores existe un mayor número de ballenas en cada encuentro.

La cifra es la más alta desde la década de 1970. Y surge de un registro que lleva adelante un grupo de investigación de CONICET y la Universidad Nacional de Mar Del Plata (UNMdP). Pertenecen al Grupo Biología, Ecología y Conservación de Mamíferos Marinos, del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC/CONICET-UNMdP).

"Entendemos que lo observado es consecuencia del aumento en la población que cada año se concentra en Península Valdés (Chubut) para reproducirse. A partir de la década de los 90, los nacimientos aumentaron algo más de un 5 % anual y, si bien pareciera que hay una desaceleración en la tasa de nacimientos, continúan en aumento", señala a El Editor el investigador Diego Rodríguez, director del grupo, además de docente y secretario de ciencia y tecnología de la UNMdP.


Un monumento natural en la costa atlántica

A las ballenas, la costa de la provincia de Buenos Aires le queda a medio camino de un corredor atlántico, que une dos áreas reproductivas. Son el estado de Santa Catarina, en Brasil, y la Península Valdés, en Argentina.

A partir de mayo llegan las primeras visitas a la ciudad. Aunque el 70 % de los registros de ballenas en Mar del Plata se concentra entre agosto y noviembre. Y si reina el buen tiempo, con un mar calmo, los animales se acercan incluso hasta distancias menores a 50 metros de la costa. Resultan detectados con facilidad desde sectores elevados, como por ejemplo algunos acantilados.

Los investigadores han establecido que las ballenas antes llegaban solas y que ahora lo hacen en grupos más numerosos, incluso de a tres ejemplares. Y hasta hace poco se pensaba que se limitaban a permanecer en el área durante 3 o 4 días, para luego seguir viaje hacia zonas de reproducción.

Pero gracias a fotografías de un dron se documentó, en julio del año pasado, una cópula entre dos ballenas francas australes.

Esto sucedió frente a playas ubicadas entre Punta Cantera y el faro de Punta Mogotes. "La confirmación de comportamientos reproductivos abre muchas expectativas de que la provincia de Buenos Aires se vaya transformando, con el tiempo, en un área reproductiva para esta especie protegida", ilusiona, en un comunicado, el grupo de investigación.

Hay que recordar que esta especie a nivel global fue víctima de una explotación masiva e indiscriminada con fines industriales. A partir de 1935 se la protege en todo el mundo, pero se estima que la población total ronda hoy cerca de los 10.000 animales. En Argentina, la ballena franca austral ha sido considerada monumento natural y aparece en los billetes de 200 pesos.


Cuidarlas, para ganar en educación ambiental

Mantener registros de los avistajes es un paso primordial para diseñar estrategias de conservación. El trabajo del grupo marplatense fue iniciado gracias al esfuerzo pionero de Ricardo Bastida, un investigador ya retirado.

"Las series de tiempo resultan fundamentales para entender procesos a largo plazo como, por ejemplo, los impactos del cambio climático. Estas son especies muy longevas, se supone que pueden superar los 70 años, por lo que resulta importante tener información que pueda cubrir a varias generaciones", comenta Rodríguez.

Además, los datos establecen áreas en donde existe mayor probabilidad de encuentros con cetáceos. Algo que luego facilita la puesta en marcha de iniciativas, por ejemplo, aquellas para proteger a las ballenas durante el paso por la ciudad. Otras acciones en cambio buscan dar con la mejor platea para no perderse el espectáculo que brindan.

En todo el mundo los principales problemas de conservación que enfrentan las ballenas son la captura incidental en aparejos de pesca y las colisiones con embarcaciones.

Por eso, desde el grupo, junto con la Prefectura Naval Argentina, han emitido directrices que restringen el acercamiento de embarcaciones a las ballenas. Entre otras cosas, piden mantener con ellas una distancia prudencial de al menos 200 metros.

Para este 2024, esperan trabajar en un sistema de alarma temprana. Permitiría detectar la presencia de ballenas y serviría de advertencia a los navegantes que circulan por la zona.

Por otro lado, con la municipalidad local buscarán finalizar un proyecto de corredor de avistajes costeros. La idea es complementarlo con actividades de educación ambiental dirigidas a la comunidad.

"Debemos comprender que nuestra ciudad se desarrolla en una interfase entre el mar y la tierra. Eso nos ofrece ventajas, pero nos impone responsabilidades. El conocimiento del lugar, en este caso a través de las ballenas, da sentido de pertenencia y deseo de conservar", dice Rodríguez.


Las dificultades de un avistaje embarcado

La llegada de ballenas a Mar del Plata activa la tentación del avistaje embarcado. Pero Rodríguez se encarga de aclarar que la situación no puede equipararse con lo que sucede cada año en el sur del país.

"Las condiciones que se dan aquí -costas abiertas de profundidad creciente, animales en migración, pocas madres con cachorros- son muy distintas a las de Península Valdés. Allí tienen bahías someras y cerradas, cachorros recién nacidos y limitaciones de las madres para moverse con ellos", comenta.

Rodríguez agrega que "pensar en estructurar una visita embarcada vuelve todo muy azaroso y con poca posibilidad de contar con una buena experiencia turística. Aparte, probablemente los animales tiendan a alejarse y esto impida que cientos de personas las puedan ver desde la costa por horas".

"No hay ninguna necesidad de estar encima de una ballena para disfrutarlas. Si podemos hacer una actividad mínimamente invasiva, vamos a generar un hábitat sano para que las ballenas sigan viniendo año tras año", concluye el investigador.

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