Cultura
Raúl Perrone y José Celestino Campusano, dos cineastas bonaerenses que lograron plasmar la realidad y la poesía de sus territorios en sus obras. Su visión cinematográfica trasciende fronteras y convenciones, dejan huella en la pantalla grande
Por: Horacio Marmurek
12 de agosto de 2023
No son los únicos, no son los primeros. Son prolíficos, filman con intensidad, maestría y constancia. Raul Perrone y José Celestino Campusano, dos "barones" cineastas del conurbano que plasman sus historias en la provincia de Buenos Aires. La alegoría de su hombría tiene que ver con esa expresión que se refiere a la política, como en las lentes de sus películas emerge una política arraigada del territorio.
Si Perrone fue un emergente para un sector cultural que se cristalizó en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires a principios de la década del 2000, Campusano aterrizó en el mismo festival durante la primera mitad del Siglo XXI.
La mayor parte de la obra cinematográfica de Raúl Perrone ocurre en Ituzaingó, su ciudad natal, su territorio. Una localidad entrelazada con su identidad que es difícil pensarla sin su director de cine; de igual forma en la que no es posible separar a Perrone de la esencia de su territorio. Aunque Perrone comenzó su camino como ilustrador en diarios y revistas, a mediados de los años 80 dio un giro hacia la cinematografía y empezó a filmar. Durante la década de los 90, se convirtió en director independiente, perteneciente a aquellos que ruedan conforme a sus propias reglas y con poco financiamiento.
La ley de cine sancionada en los 90 y el interés por la producción no existía de la misma manera que hoy. Aunque Perrone hizo lo suyo y consiguió sacudir al cinéfilo con la trilogía compuesta por Labios de churrasco (1994), Graciadió (1997) y 5 pal' peso (1998). En aquel momento el discurso público no estaba tan fragmentado y emergía su figura como un director del "conurbano". "Son etiquetas que te van poniendo. Y 30 años después, el conurbano está de moda. Ahora todos quieren hacer películas en el conurbano. Lo que pasa es que en los '90 era mala palabra", dijo hace un tiempo durante la presentación de un libro sobre su obra Mi mundo privado.
"Alguna vez Perrone filmó en otra provincia, pero siempre se concentró en ese territorio, más allá de que en ocasiones transfiguró los paisajes y los edificios de su ciudad en selvas ignotas, bosques europeos o zonas rurales de Japón. Haber convertido a Ituzaingó en su propia Cinecittà no significa una irrestricta fidelidad a retratar la ciudad que lo cobija. En reiteradas ocasiones, sí, pero no siempre. El cineasta ha dejado hermosos retratos de la vida sencilla de los humildes de Ituzaingó, pero también imaginó samuráis, criaturas salvajes del África y europeos decadentes a metros de su casa", considera Roger Koza, crítico de cine.
El libro Mi mundo privado repasa los más de 30 años de carrera de Raul Perrone. Se trata de un recorrido a través de una extensa entrevista con Silvia Pachelo y que, además, reúne imágenes de filmaciones, manuscritos y análisis críticos de Roger Koza, Oscar Cuervo, Gabriel Orqueda, Hernán Sassi y Luis Franc. En sus páginas vuelven a aparecer las posibilidades del territorio, sobre por qué Ituzaingó es el escenario de películas que no necesariamente ocurren en esa geografía. Se explora un cine que será homenajeado el próximo año en Oxford, Inglaterra y que permitirá al director conversar con estudiantes desde su casa en el conurbano.
A lo largo de los años, "el perro" como le dicen afectuosamente, ha creado más de 60 películas. Su obra ha sido proyectada en plataformas nacionales como Cine.Ar, en el canal del Incaa, también en las de "cine arte" como Mubi. La pregunta es por qué sus producciones se mantienen en los márgenes, aunque representa a nuestro país y una porción del conurbano, un código, un secreto.
José celestino Campusano.
Campusano es otro reflejo de las tensiones del conurbano
En ese marco, Jose Celestino Campusano puede haber encontrado una respuesta involuntaria a esa inquietud. El cineasta nació en Quilmes y estudió cine en el Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda. Cuando descubre que realizar cine requiere dinero y que estos recursos no se brindaban de manera desinteresada para la actividad, decide construir un capital propio para hacer cine independiente.
En una reciente proyección de una de sus películas "Vikingo" en la provincia de Chaco se encontró con un espectador que le dijo: "Mire, a mí me daría vergüenza que vean esta película en Polonia, porque qué imagen se van a llevar de Argentina", pero el cineasta no se quedó callado y respondió: "Mirá, disculpame, a mí me importa un carajo qué va a pensar un europeo, mi compromiso es mucho más grande que lo que piense un espectador que no conozco, mi compromiso es con la verdad y con las comunidades, y desde un tono autocrítico, desde ahí cae todo el mundo, caen las instituciones, cae la religión, cae la propia comunidad y yo mismo".
Vikingo, película que estrenó en 2010, cuenta la historia de un motociclista respetado, cuya vida licenciosa pero, paradójicamente, rígida cuando se trata de aplicar ciertos preceptos morales. Ferrocentauros, retoma la temática de los motociclistas del conurbano a principios de los 90, pero no fue hasta comienzos de la década del 2000 cuando emerge como director con una visión más definida, con un plan.
Culto suburbano de práctica individual del 2002 prefigura la narrativa suburbana que se transmite en las pantallas y llega hasta la fundación de su productora "Cinebruto", nombre que encapsula una definición de principios.
En Legión: tribus urbanas motorizadas, el cineasta vuelve sobre los vínculos entre los motoristas y la sociedad en la que conviven. En el 2008 Vil Romance, una historia de amor homosexual en las periferias del conurbano, muestra que un relato de bordes ásperos pudo cautivar a la audiencia de un festival de cine y probarse como un lanzamiento hacia nuevas esferas cinematográficas.
Después llega la citada "Vikingo" y muchas otras películas que le garantizaron mayores recursos para sus producciones y que sofistican sus relatos. Sus ambiciones suman nuevas narrativas como El perro Molina, Placer y Martirio aunque el camino es inexorable.
El cine de Campusano es otro reflejo de las tensiones del conurbano, de las realidades, sin artificio pero sí con narrativa. Otra vez, como con Perrone, este cine es objeto de festivales, de las plataformas de cine de streaming del Incaa y de espacios de cultura.
Perrone ha dado talleres a más de 5000 estudiantes en todos estos años, Campusano ha conseguido un espacio cinematográfico propio pero que ha abierto caminos nuevos para los cineastas que vienen detrás. Ambos han encontrado poesía y verdad en el territorio. Y han conseguido aquello que decía León Tolstoi: "Pinta tu aldea y pintarás el mundo".
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