Sociedad
Una recorrida por el mapa santoral de la Provincia, a través de los santuarios de figuras sacralizadas por el pueblo.
Por: Migue Fernández
29 de julio de 2023
No hay devoción popular sin un santuario consagrado a su fe. Un lugar para el ritual, punto de encuentro entre creyentes y deidades. Adornan sus altares con imágenes, velas y ramos de flores, también cigarrillos o bebidas alcohólicas. Se escuchan pedidos, promesas y agradecimientos, hay tiempo para la reflexión y la fiesta. Del Gauchito Gil a San La Muerte, sin olvidar los fenómenos locales más acotados a sus territorios, recorremos algunos espacios bonaerenses dedicados a las figuras que santifica el pueblo.
Distintas son las versiones sobre la vida y muerte de Antonio Mamerto Gil Núñez, el gaucho correntino, mejor conocido como Gauchito Gil, cuyo culto es el más difundido en el país. Las historias hablan de un peón rural que desertó del ejército por no querer derramar sangre de hermanos en la Guerra de la Triple Alianza, también de un bandolero con conciencia social, que robaba a los ricos para repartir entre los pobres. Tampoco hay un relato definitivo sobre el modo en que se lo asesinó. Se coincide, no obstante, en que su primer milagro fue sanar al hijo de su verdugo. También en que fue muerto injustamente un 8 de enero, cerca de lo que hoy se conoce como Mercedes, en la provincia de Corrientes.
En algunos santurios, el Gauchito convive con San La Muerte. Fotos: cultura.gob.ar.
Es allí que se erigió el primer santuario, visitado todos los años por cientos de miles de creyentes, extendiéndose a lo largo del país con pequeños altares que se encuentran a la vera de las rutas. Y que tiene sus réplicas en la zona Sur del Gran Buenos Aires. Bernal, Alejandro Korn y Monte Grande son localidades que se tiñen de rojo carmesí para celebrarlo y recibir a sus feligreses.
"Yo ni remotamente pensé que iba a tener un santuario así. Son las cosas a las que te empuja el Gaucho, te lleva a hacerlas. Es la devoción", asegura Roberto Antonio Alonso a El Editor. Devoto que en el 2017 levantó el templo "Gaucho Gil del Loro" sobre la calle Monseñor de Andrea, en Quilmes. Ya tenía su fe, pero la profundizó gracias a un suceso que lo tocó de cerca. Su esposa tenía el diagnóstico de un cáncer de útero y, tras una visita al santo, tuvo una remisión milagrosa. Él prometió hacerle una imagen más grande, y cumplió. En el lugar, entre banderas, cintas rojas y sahumerios, se destaca una figura de 2,20 metros de altura.
Todos los ocho de cada mes se congregan cientos de seguidores, con música y baile de chamamé. Asegura que todo lo recaudado se invierte en el crecimiento del lugar, que exige un gasto porque permanentemente realizan mejoras. "El que tiene la fe sabe lo que es. Quise comprar sillas, se dieron las cosas y compré 100. Siempre hablando con el Gaucho y con el Santo", explica Roberto. El Santo es San La Muerte, a quien también se le dedican fiestas todos los días 20 de cada mes.
A diferencia de los demás integrantes del santoral popular, San La Muerte no tiene una historia humana a la cual remitirse, lo que lleva a que los fieles construyan sus interpretaciones con mayor libertad. El Gauchito se contaba entre los devotos de un culto que se desarrolló fundamentalmente en el nordeste argentino y que se expandió como parte del proceso migratorio litoraleño hacia el conurbano bonaerense. La representación icónica es la del esqueleto con una guadaña, manto protector y advertencia de castigo.
Una figura suya de tamaño real, cubierta de vidrio, corona el frente de "Honor hacia mi Señor: El Origen", santuario ubicado en la esquina de las calles De la Peña y José Martín De la Serna, en Wilde, partido de Avellaneda. Sus cuidadores dan cuenta de las particularidades que diferencian a este espacio de devoción de otros, como los que se puede encontrar en las zonas de Rafael Calzada y Alejandro Korn. En diálogo con El Editor, Fabio González, su fundador y máxima autoridad, explica: "Nos preparamos como videntes, como personas espirituales para acompañar el milagro del Santo. Tratamos que la persona que llega con un conflicto lo pueda resolver con las herramientas que nos ha dado San La Muerte".
Con presencia en Facebook, Instagram, YouTube y TikTok, desde sus redes invita a los creyentes a participar en peregrinaciones, misas, bautismos, casamientos, curaciones cuánticas o atenciones públicas y privadas. Ofrecen hacer "todo tipo de trabajos". Reciben unas 1200 personas todas las semanas y cada vez son más. "El lugar nos quedó chico", asegura.
Su experiencia personal lo llevó a inaugurarlo en el 2002. No fue ajeno a la crisis del año previo, pero afirma que la entidad le dio la fuerza para salir y sintió la necesidad de compartir lo que estaba viviendo. "Abrimos públicamente este santuario para dar claridad. Lo que sucedía en mí y otros era el milagro de este Santo al que otros le temían, le tenían recelo por su imagen", agrega Fabio, quien se describe como vidente natural y tarotista internacional.
¿La fe popular va en aumento? No hay censos que permitan medirlo. La interpretación de Pablo Semán, sociólogo y antropólogo especializado en culturas populares y religión, tiene que ver con el grado de exposición. Consultado por este medio, plantea: "No sé si crece. Es más visible, más tolerable, más aceptado. La pluralidad de prácticas existió siempre en la Argentina. Más bien había un aplanamiento de esa diversidad. La gente no mostraba todo lo que hacía y los que investigaban no lo querían ver. ¿Ahora quién le va a decir a alguien que haga o no algo? Ni la Iglesia puede decir que no".
Santuario de Pancho Sierra en la ciudad de Salto.
Devociones autóctonas bonaerenses
En el Cementerio Municipal de Florencio Varela descansan los restos de Adrianita Taddey, la santita varelense. Murió en 1969, a los 11 años, tras una vida marcada por hechos de mala praxis y, aseguran, actos divinos. Medio siglo después, no pasa un día sin que los fieles le lleven flores, juguetes, hebillas y golosinas, entre otras ofrendas, además de pedidos de milagros. El frente de su bóveda, donada por la Municipalidad, no tiene más espacio por todas las placas grabadas que le dedicaron y ya las ponen en los sepulcros más cercanos.
La ciudad de Salto es sede del culto a Pancho Sierra, el gaucho santo. Sanador y guía espiritual para algunas escuelas espiritistas que llegan hasta la actualidad, durante la segunda mitad del Siglo XIX se dedicó a curar a los enfermos con nada más que un vaso de agua fresca que obtenía del aljibe de su estancia. Murió el 4 de diciembre de 1891 y en cada aniversario el cementerio de Salto recibe a miles de feligreses, que dejan sus ofrendas en el Mausoleo de su interior o en una de las paredes externas.
"Durante años a San La Muerte se lo veneró en la privacidad, muchas veces sin poder explicárselo a un familiar o a un amigo. Hoy el devoto se muestra. No hay tabú", reconoce Fabio González. El santuario cumple su función como instancia celebratoria del encuentro de almas. Espacios de peregrinación, misa o fiesta que se replican a lo largo de Buenos Aires, donde promeseros, suplicantes y creyentes recargan a diario su fe.
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Los restos del Sumo Pontífice fueron trasladados a la basílica de San Pedro, donde permanecerán durante tres días hasta su funeral este sábado.