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El arte como desafío al orden establecido, reflexiones de Mauricio Kartún

El gran dramaturgo y director Mauricio Kartún reflexiona sobre los riesgos que corre un creador cuando intenta conseguir a los codazos un lugar en la mesa de los poderosos

Por: Eugenia Tavano
15 de julio de 2023

La vida puede ser un verdadero martirio. O así resulta, al menos, para la exigua yunta de artistas de la compañía de Angulo el Malo. Varados en la Buenos Aires del Virreinato, a la orilla del fangoso Río de la Plata penan famélicos y con frío el manipulador, errático director; su amante, Toña, una costurera que a veces oficia de actriz; y el abatido escritor Isidoro, al que Angulo se empeña en menospreciar negándole un estreno. Juntos llegaron desde España, y así subsisten en su cascoteado carro. Pero no vinieron solos: los siguió el perro Berganza, que lúcido y descreído, guiará al espectador como narrador de La vis cómica, un despliegue de maldad y humor insolente para pensar lo que ocurre cuando los artistas buscan sentarse a la mesa del poder. Otra obra escrita y dirigida por Mauricio Kartún, quien como nadie logra a un tiempo el deleite de la risa y la reflexión profunda, gracias a su verba rica y singular, una amalgama mágica entre los más refinados y cantarines recursos del lenguaje poético y los imbatibles yeites del habla plebeya.

Interpretada por Horacio Roca, Stella Galazzi, Luis Campos y Cutuli, ganadora de cinco premios ACE, la puesta va por su cuarta temporada y sube a escena todos los martes en el Centro Cultural de la Cooperación. El creador de La Madonnita, El niño argentino y Terrenal empezó a imaginarla cuando fue invitado, junto a otros dramaturgos argentinos y españoles, a conmemorar el aniversario de las Novelas ejemplares de Cervantes. Se trataba de hacer algo nuevo a partir de aquellos relatos del célebre escritor, y de ese corpus, Kartún se entusiasmó con la lectura Coloquio de los perros. "Encontré algo que me divirtió muchísimo. Es un diálogo de dos perros en la puerta de un hospital, que hablan mal de los distintos dueños que tuvieron. Uno cuenta cosas muy graciosas de cuando vivió con una compañía de teatro. Me resultó inspirador y me detonó una obra posible".


Libreta con anotaciones e ideas que Mauricio lleva a todas partes. Foto: Silvana Colombo.


El proyecto finalmente se abrió de aquella propuesta original y con el tiempo, ese boceto confluyó en otros y así surgió La vis cómica. Sus modos de la parodia y el uso de unos perfectos resortes para la carcajada corroboran la maestría del escritor y director. "El humor, al margen de que es casi intrínseco, inseparable de mi personalidad y de cómo me gusta hacer las cosas, también es un medio, una forma de darle un carácter popular a materiales que, de otra manera, corren el riesgo de la solemnidad. Cada vez que aparecen las ideas, nos hacemos cruces, empezamos a temer; desapareció el cuerpo, la vida y ahora lo que queda es la cabeza", ironiza. Para deshacer esa operación neurótica, Kartún tiene un as en la manga: "A mí me parece que 'Ideas en humor' es un buen postre. La idea es la parte más amarga, más dura, pero ese chantilly, ese dulce de leche, le da otra condición. Es entender al humor como un lugar que le permite a alguien fluir en el sonido de una risa acompasada, sintonizada".

En ese sentido, recuperar las dinámicas que la pandemia alteró, es la comprobación de la potencia irremplazable del encuentro colectivo. "Yo creo que estábamos muy necesitados de juntada, de convivio, de sintonizarnos en tribu; de armar ese círculo que viene de la prehistoria, que es reunirnos para empezar a sentir quiénes somos compartiendo una historia que nos representa". Sobre este auge del espectáculo aún en tiempos económicamente difíciles, Kartún dice: "Creo que efectivamente, es frente a los momentos de crisis cuando más necesitamos sintonizarnos. Solos, nos cuesta mucho afinarnos, porque no sentimos el eco ni de nuestras risas, ni de nuestros gritos, de nuestras consignas ni de nuestros llantos. Siempre nos sintonizamos en grupo. El teatro sigue siendo un antiquísimo ritual de afinación; afinarse es 'ponerse afín', afín a alguien. Ir al teatro es empezar a sentir cómo sentimos en comunidad, y digo 'sentimos' en el sentido de los sentidos; cómo oímos en comunidad, cómo reímos en comunidad. Cada uno de nosotros sólo es en comunidad; solos, no somos".

Kartún entiende esto de una manera integral. Con décadas de oficio, reconocido como uno de los más importantes hacedores del teatro argentino también como docente, su fe en lo colectivo irradia y baja al llano en cada instancia de la tarea a cumplir. "El teatro independiente, por supuesto, no es la Isla Utopía. No porque hagamos teatro independiente somos todos socialistas, generosos y abiertos", avisa. "Lo humano está presente en todo. No obstante, es un campo muy facilitador de experiencias comunitarias. Por ejemplo: nuestra cooperativa está organizada de forma tal que para los libertarios de hoy seríamos comunistas prehistóricos (risas). Nos organizamos con puntajes iguales para todos, donde el actor, la asistente o el director ganan lo mismo. Eso te pone en un lugar que de alguna manera instala una ética interna. Se crea casi por defecto una práctica en la cual colaborar, ayudar, equilibrar los egos, va implícito". Al contrario de lo que ocurre en la obra con Angulo y sus delirios, la cooperativa campea rápidamente los caprichos individuales. El riesgo de no hacerlo, dice Kartún, es "terminar funcionando a la manera del sistema, una vez más".



Cutuli, Luis Campos, Stella Galazzi y Horacio Roca, elenco de La Vis Cómica.

El protagonista de La vis cómica, justamente, no quiere estar al margen del establishment, sino todo lo contrario. Y ese afán de Angulo el Malo por pertenecer otorga situaciones tan desopilantes como trágicas. "Si uno piensa: ¿cuál es la función del arte? El arte no es otra cosa que un proveedor de nuevos puntos de vista sobre aquellos que se nos abomban en la cabeza. Porque nuestra cabeza funciona en rulo, lo llamamos 'la red conceptual', que repite cosas como loro y algunas, incluso, que te llevan siempre al fracaso", reflexiona Kartún. "El arte te saca de ahí y te lleva a mirar la realidad en término figurado. Una figura, en términos de retórica, sería mirar paradójicamente, metafóricamente. De manera tal que el arte está siempre desarmando lo concertado, es decir, está desconcertando: esa es su función. La función del poder es concertar, concertar un orden. Y el arte es desorden. Cuando el arte, que es desorden, se pone al servicio del orden, pierde su condición natural. ¿Qué le queda entonces? El entretenimiento".

Ese "dulce de leche", dirá Kartún, no está mal, pero ya no es lo mismo. "Naturalmente, hay una degradación del concepto artístico cuando el artista pierde voluntariamente su obligación de desconcertar y se pone a utilizar simplemente el medio del entretenimiento para ayudar a concertar. ¿Por qué hace eso? Por razones económicas, por comodidad, por conseguir un lugar. El artista está siempre desesperado porque le den su lugar en el mundo. Angulo, en la obra, repite: 'No me valoran'".

Afortunadamente muy distinto al de Angulo es el caso del director, que en este tiempo también incursionó en la novela con Salo Solo (Alfaguara), un libro que nació a partir de relatos que publicó en sus redes durante la pandemia y que Kartún describe como las "aventuras cómicas de un viudo de la colectividad judía, que sale a buscar novia a los 60 y pico". El libro agotó la primera edición en tres semanas, lo cual su autor atribuye a que casi no existen las novelas humorísticas.

Entre otros planes que incluyen presentaciones en Montevideo, La vis cómica también recorrerá distintas localidades de Buenos Aires. Oriundo de San Martín, el director es consultado por la huella de esa herencia primaria. "Como artista, he usado tanto el universo de mi infancia, ha estado tan presente San Andrés, San Martín, mi barrio; ha aparecido tanto ese imaginario, que yo tengo la sensación de que vivo en un universo conurbano a pesar de haga 40 años que vivo en la Capital".


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