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¿El gobierno de Milei pone a la ciencia en peligro? qué dicen los científicos

En primera persona investigadoras e investigadores se expresan sobre la mirada que cobre la Libertad Avanza sobre la ciencia en Argentina. La incertidumbre de lo que vendrá y las falencias de la gestión que termina

Por: Fernando Fuentes
25 de noviembre de 2023

Para Albert Einstein, la distinción entre pasado, presente y futuro era sólo una ilusión obstinadamente persistente. Pero en la ciencia estatal argentina, el presente se siente y resulta agobiante. En gran medida debido a un pasado que trae la victoria electoral de un presidente dispuesto a cerrar el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Esto sin dejar de lado la posible merma en el financiación de las universidades públicas nacionales. Ambas medidas trazan un futuro incierto, en la mente de quienes investigan en el país.

"El resultado de las elecciones trajo incertidumbre, tanto a las ciencias sociales, como a otras disciplinas científicas. Estamos en un compás de espera y aguardamos anuncios", comenta a El Editor Virginia Manzano, licenciada en Ciencias Antropológicas, doctora en Antropología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), e investigadora de CONICET.

Manzano, además, dirige el Instituto de Ciencias Antropológicas de la UBA. Allí trabajan más de 120 investigadores en temáticas diversas y relevantes para poblaciones de zonas urbanas y rurales. Algunos hacen foco en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Y analizan desde lo social problemas de empleo, vivienda, o la adherencia a terapias contra enfermedades, como el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).

Otros grupos se concentran en cuestiones de interculturalidad y educación, o temáticas vinculadas a religiones y creencias, o bien en las dificultades que experimentan en la actualidad las poblaciones indígenas. También, por medio de la antropología biológica, indagan acerca de la diversidad genética de la población del país.

"Las medidas anunciadas podrían tener un impacto muy fuerte y desorganizador en las investigaciones que se realizan en el instituto", se lamenta Manzano.


De Bernal a la Universidad de Oxford

Cecilia Jarne es doctora en Física, investiga computación científica y trabaja con redes neuronales. Pero le preocupa el ataque que han recibido las ciencias sociales durante la campaña electoral.

"Hubo desconocimiento y desprecio hacia las tareas de los científicos, con clasificaciones absurdas, sobre ciencia 'útil' o productiva, o 'inútil'. Se hizo alarde de una profunda ignorancia", comenta Jarne, también investigadora adjunta de CONICET y docente del departamento de Ciencia y Tecnología en la Universidad Nacional de Quílmes (UNQ). Además, es profesora en la Escuela de Educación Secundaria Técnica n.° 2, en esa localidad del sur del conurbano.

Cecilia vive en Bernal y relata una infancia no exenta de complicaciones económicas. Cuenta lo importante que fue para ella el apoyo de su madre, el paso por la escuela pública en donde enseña y su llegada a la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) para estudiar la licenciatura en Física.

Hoy tiene un doctorado gracias a una beca otorgada por CONICET, además de estudios postdoctorales en el Instituto de Física de Buenos Aires (IFIBA). El Editor la encuentra en Europa, en medio de una estancia de investigación en el Hospital Universitario de Ginebra (Suiza).

Allí, con un grupo de investigación local busca mejorar la recuperación de pacientes que sufren accidente cerebrovascular (ACV). Esto por medio del análisis de resonancias magnéticas cerebrales funcionales.

Antes de llegar a Suiza, pasó por el Centro de Neurociencia Integrativa de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca. En donde pudo profundizar técnicas computacionales para el análisis de neuroimágenes. Su trabajo consistió en desarrollar métodos para predecir la "edad del cerebro". Se cree que es un marcador útil para evaluar el deterioro cognitivo en enfermedades neurodegenerativas.

En octubre presentó los resultados en un centro de la prestigiosa Universidad de Oxford, en el Reino Unido. "Venir a Europa me permitió aprender técnicas nuevas y tener acceso a datos de experimentos. El grupo posee financiamiento del gobierno danés, pero también de otras fuentes. Vuelvo a casa con ganas de formar mi equipo, aunque se vea difícil", dice Jarne, que ya tiene reservado para febrero de 2024 el pasaje de vuelta a la Argentina.


La visión mercantilista de la ciencia

"Una de las consecuencias posibles de la desfinanciación de la ciencia, a corto plazo, es que la gente que investiga se vaya de las instituciones", señala Galo Soler Illia, investigador superior de CONICET y director del Instituto de Nanosistemas, en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

Si se llegara a dar esa situación, el experto en nanotecnología, ve como virtuoso que los investigadores en su área al menos lleguen a industrias nacionales y puedan contribuir a desarrollos locales. "La que es mala, mala en serio, es que se vayan a otros países. Eso es un regalo de nuestro capital humano", advierte Soler Illia.

Por otro lado, la antropóloga Manzano asegura que completar la formación de un investigador en ciencias sociales puede demandar hasta 20 años. Y comenta que los trabajos que realizan suelen ser a largo plazo.

Ambos aspectos no se amoldan a la ciencia mercantilista que la gestión entrante pregona. "Esa visión considera a la ciencia, en base su utilidad inmediata. No repara en el tiempo que lleva producir datos de calidad, para dar con una radiografía o la dinámica que tienen sociedades y culturas", refiere Manzano.

Los datos transferidos a la comunidad, o áreas del Estado, son de gran utilidad. Permiten mejorar políticas públicas, o intervenciones específicas. Algunas destinadas, por ejemplo, a dar con una mayor aceptación social de una vacuna. Aunque es cierto que resulta poco probable que este tipo de investigaciones sociales capten la atención del mercado. Algo similar parece suceder con la denominada ciencia básica.


Encontrar soluciones

Soler Illia cree que la investigación estatal en el país debería ir hacia una mayor cofinanciación con privados. Y cita indicadores que posicionan en ese ítem a Argentina muy por debajo de otros países, como por ejemplo los Estados Unidos, o algunos de Europa.

Otros aspectos que Soler Illia critica a la actual gestión en ciencia incluyen: la falta de prioridades, el atraso en la disponibilidad de tecnología moderna, el subequipamiento, o las complicaciones en la adquisición de insumos en el exterior, entre otras cuestiones. "No todo son rosas en la actual gestión en ciencia y tecnología", asegura el investigador.

Ahora bien, ¿esas observaciones justifican el estremecedor paso de una motosierra? ¿No sería mejor para la gestión entrante encontrar soluciones, optimizar funcionamientos?

Para la ciencia estatal argentina en todo su amplio espectro, eso de que el futuro existe, o no existe, aún está por verse.

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