Política
El 28 de octubre de 1983, pocas semanas antes de la fecha que quedaría marcada en la historia argentina por el retorno de un gobierno democrático, ocurrió un hecho que también dejó una profunda huella en la política argentina. La quema simbólica de un cajón de la UCR por parte de Herminio Iglesias. Cómo es recordado
Por: Nicolás Rzonscinsky
28 de octubre de 2023
Herminio Iglesias, histórico dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica de Avellaneda (UOM) y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires del Partido Justicialista (PJ) se encontraba en el palco del acto de cierre de campaña en la Avenida 9 de Julio, cuando uno de los casi 500000 asistentes, le acercó fuego para que encendiera un ataúd con los colores y la sigla de la Unión Cívica Radical (UCR).
Dos días después el candidato radical, Raúl Alfonsín, hizo una
elección histórica y derrotó por casi 2 millones de votos, es decir, más de 11
puntos porcentuales, a Italo Luder, el candidato a presidente del PJ.
La imagen de Herminio cuando prendió fuego el cajón fue visto por poca gente en
el lugar y no tuvo transmisión por la televisión, pero fue publicada en la tapa
de la Revista Gente luego de los comicios. Y dio nacimiento a un mito de la
historia nacional.
Herminio cargó con estoicismo y silencio el oprobio en el que intentaron someterlo el sistema político y cultural, después de un hecho que pudo haber influenciado en los resultados de una elección que era pareja. Cuarenta años después de ese hecho, El Editor intenta buscar otro significado y otra lectura a ese acto y a ese hombre.
Santiago Aragón, egresado de la carrera de comunicación de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) y Magíster en Gestión en la Comunicación de la Universidad Austral, propone una mirada mitológica de la figura: "Herminio Iglesias fue nuestro Prometeo: el que le robó el fuego a los dioses y sirvió a los hombres. El que haciendo bien sufrió un castigo desmedido que cada día le impedía olvidar su acto justo y que, a juicio de los otros, era imperdonable".
"Herminio homenajeó al fuego, como Heráclito, lo hizo el centro de su doctrina y su acción. Ese fuego hechicero intentó redimir la noche desde la alegría y la luz. Quizás su inspiración no fue griega sino criolla, esas noches de San Juan, cuando prendiendo al Pelele los males huían con él. Una maldición se ciñó sobre el movimiento aquella noche, no en el acto sino en su condena. Una serpiente de tres cabezas, que aún azota, nació de aquella injusticia perpetrada contra nuestro héroe" explica Aragón.
Para el comunicador, la primera son "los
medios de comunicación capaces de hacerte ganar y perder elecciones. Rige la
obsesión de dirigentes que, atentos a las tapas de los diarios, le pierden el
pulso a la calle". La segunda, es que se trata de "un peronismo de buenos
modales, siempre más atento a no ofender al adversario que a transformar la
vida del pueblo" Mientras que la tercera, " es el temor de que lo que construís
en una vida lo podés dilapidar en un segundo, que nos hace jugar cuidando el
empate".
Aníbal Servín militante del PJ en la década del 80 conoció al protagonista y lo
recuerda: "En 1983 tenía 17 años, después de la derrota electoral me afilié en
la Casa de la Provincia de Buenos Aires, donde Herminio Iglesias y el Beto
Imbelloni tenían una oficina. Yo los conocí a través de mi hermana que también
era afiliada. Me acerqué cuando sufrimos la derrota en manos de Alfonsín. A
Herminio y a Lorenzo Miguel fueron apodados como 'los mariscales de la derrota',
cuenta.
"En aquel momento lo mataron, le
endilgaron la derrota de Luder y Bittel por lo del cajón cuando en realidad
hubo un montón de cosas más. Él era un tipo derecho, con códigos de barrio,
peronista hasta la médula", recuerda Servín y agrega: "Tuve la suerte de
conocer personas que él ayudó mucho. Mucha gente se acercaba a este lugar donde
yo militaba, venía sin laburo y Herminio por lo menos conseguía para barrer.
Hablo de gente en situación precaria que iba y tenía mucha posibilidad de salir
con laburo".
El cantor peronista y pensador nacional Luis Alberto González Asurey, también
aportó su testimonio sobe Herminio y considera que "tiene un lugar en la
historia del peronismo, el sitio más glorioso que se pueda alcanzar en nuestro
movimiento. Fue un leal militante del General Perón.Orgulloso de ser columna vertebral del Movimiento Nacional Justicialista, del
peronismo. No siempre en tiempos fáciles y las más de las veces en tiempos
difíciles.
La leyenda del cajón es tan vieja como la injusticia. Pero tiene un costado atractivo
y aleccionador. "Si usted quiere conocer un gorila basta con preguntar qué fue
el cajón de Herminio, es un test irrefutable", agrega el artista y reflexiona: "Pensar que
una acción popular como la quema de un cajón, con los colores del equipo rival
puede definir algo tan importante como el resultado de una contienda es un
pensamiento digno de Nelson Castro, por ponerlo de ejemplo. Es un pensamiento
gorila, casi un oxímoron. La elección estaba perdida mucho antes de ese acto
glorioso que lleno la 9 de Julio desde el obelisco hasta Constitución. La
derrota estuvo en el palco", aseguran quienes lo conocieron.
Para González Asurey "los radicales habían también habían metido bocha de gente
en su cierre de campaña". "Entonces me da por pensar que la diferencia entre
nuestro acto y el de los radicales no es que nosotros tuvimos un cajón. La
diferencia fue que ellos en el palco tenían un vivo llamado Alfonsín y nosotros
arrastrábamos un muerto llamado Luder. No fue el cajón, fue el muerto".
Pero Herminio, como el peronismo, como las hojas secas de Leopoldo Marechal,
como el Gordo Troilo, siempre está
volviendo.
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