Ciencia
En Bahía Blanca un grupo de científicos avanza en un área conocida como quimioinformática. Su trabajo facilita la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos
Por: Fernando Fuentes
13 de abril de 2024
Largo y costoso suele ser el camino que
transitan nuevos compuestos químicos para convertirse en medicamentos. Es que
pasan por sucesivas fases de investigación en donde siempre está latente la
posibilidad de encontrar una falta de eficacia en un ensayo, o la aparición de algún
efecto adverso, que termine por dejarlos al costado de la ruta.
Pero la computación y el crecimiento de
disciplinas como la quimioinformática hacen que dicho viaje -que suele demandar
no menos de diez años- transcurra sin tantos sobresaltos. Es que, gracias al
empleo de herramientas, entre las que se destaca la inteligencia artificial, se
puede predecir cuáles serán las moléculas que tienen mayores chances de llegar
a destino.
"Hay que pensar que en las etapas iniciales
de estos proyectos es común partir de quimiotecas integradas por más de 10.000
moléculas candidatas. Con mucha suerte y esfuerzo, una de ellas logrará ser
aprobada por los entes regulatorios al final de todo el proceso", comenta
desde Bahía Blanca a El Editor Ignacio Ponzoni, doctor en ciencias de la
computación en el Instituto de Ciencias e Ingeniería de la Computación (ICIC).
Dicho instituto depende de CONICET y la Universidad Nacional del Sur.
El empleo de computadoras realiza lo que se
denomina cribado virtual. Es decir, filtra una extensa base de datos y separa
los candidatos a fármacos con mayor potencial. Y esto sin la necesidad, al
menos inicial, de sintetizar las moléculas en el laboratorio.
"Es una estrategia clave en las primeras
etapas del proceso de descubrimiento de nuevos fármacos. Su objetivo final es
que las pocas moléculas que alcancen las fases preclínicas y clínicas de
experimentación lleguen más rápido y con mayores chances de éxito",
remarca Ponzoni.
Pero el investigador advierte que estos modelos
realizados en computadoras "no sustituyen los procesos tradicionales, ni
relajan ninguna de las condiciones requeridas para la aprobación de un nuevo
fármaco. Solo ayudan a identificar más rápido que candidatos priorizar en el
proyecto".
Las investigaciones de Ponzoni lo han llevado a
trabajar en la búsqueda de nuevos fármacos para enfermedades como el Parkinson,
o el Alzheimer. Aunque en una de las más recientes el objetivo fue predecir el
resultado de una prueba que se realiza en bacterias. Pero que sirve para
estimar el riesgo que tienen nuevos compuestos para desencadenar mutaciones y
daños en el material genético de células humanas.
Hay un auge de la inteligencia artificial en la
quimioinformática
"El impacto que genera la inteligencia
artificial en esta disciplina es inmenso y sigue creciendo día a día",
asegura Ponzoni. Es que su utilización permite relacionar la estructura química
con la actividad que tendría el compuesto. Además, facilita el diseño desde
cero de nuevas moléculas y de ese modo engrosa aún más el volumen de las bases
de datos disponibles.
Por otro lado, la herramienta ha sido empleada
con éxito en investigaciones que buscan reposicionar en nuevas indicaciones a
algunos medicamentos ya aprobados para otras enfermedades. O bien ha demostrado
tener utilidad en el monitoreo de efectos adversos que pueden ocurrir con el
medicamento a la venta y en circulación.
Ponzoni dirige el grupo de
investigación BioChemTICs en Bahía Blanca. Está integrado por profesionales de las ciencias de
computación, pero también allí convergen graduados de otras disciplinas como la
biología, la bioinformática, o la química, entre otras. Esto asegura el
abordaje interdisciplinario que siempre requiere este tema de investigación.
El grupo colabora con otros centros que
investigan en el país y en el exterior. Además, integran la Red Iberoamericana
de Inteligencia Artificial para Big BioData (RIABIO). La iniciativa pretende
crear una red en la región que permita afrontar los desafíos y oportunidades
que surgen con el empleo de la inteligencia artificial y la ciencia de datos en
biología.
La falta de previsibilidad daña la ciencia
Según Ponzoni, en general los datos con los que
trabajan provienen de repositorios públicos de libre acceso. Y el principal
insumo que necesitan son máquinas con buenas capacidades de cómputo.
"En nuestro instituto tenemos una adecuada
infraestructura para la mayoría de los experimentos, gracias a la inversión
pública del gobierno nacional en años anteriores. Esto mediante programas de
equipamiento, ejecutados a partir de varias convocatorias de nuestra
universidad, o del CONICET", señala el científico.
Dicha inversión anterior es lo que le permite al
grupo, por el momento, sostener las investigaciones. Aunque tienen en claro que
pueden ser un caso fuera de lo común en este 2024 difícil para la ciencia
argentina.
"Nuestro caso es excepcional, porque
tenemos una infraestructura computacional básica para desenvolvernos en el
corto y mediano plazo. Además, no necesitamos otros tipos de insumos, como pasa
en otras disciplinas", comenta Ponzoni.
De todos modos, no deja de señalar que "la
realidad que viene atravesando tanto el CONICET, como las universidades
públicas en estos últimos meses, con fuertes restricciones presupuestarias,
reducción en la cantidad de plazas para becas de formación doctoral,
cancelaciones de contratos de personal indispensable, tiene muy preocupada y en
alerta a nuestra comunidad científica".
A Ponzoni le preocupa la falta de previsibilidad
que por estos días agobia a los centros de investigación del país."Genera
una incertidumbre y dificultad para planificar que es muy dañina para cualquier
sistema de ciencia y tecnología", se lamenta el científico.
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El rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Ricardo Gelpi, aseguró que "no tienen miedo en absoluto de que haya una intervención" en la institución, por parte del Poder Ejecutivo.