Sociedad
El reconocido artista urbano reversionó un mural de Gardel e incorporó a Charly García y a Maradona bailando una milonga con Raffaela Carrá. No tiene una obra favorita pero sí una idea pendiente. Cómo trabaja en un estilo propio que se disemina por infinidad de ciudades
Por: Agustín Colianni
11 de noviembre de 2023
Alfredo Segatori
está montado en una grúa con aerosol y compresor en mano. Le sacude las últimas
líneas de pintura a su nuevo mural, que en realidad se trata de una reversión y
puesta en valor de su obra "Por una Cabeza, al ritmo del 2x4". La
intervención destila idiosincrasia y cultura popular argentina: Charly, Gardel
y Maradona confluyen en perfecta sintonía.
Todo ocurre ahí
nomás del Hipódromo de Palermo, en pleno corazón de la Ciudad de Buenos Aires. En lo alto, el sol de la tarde comienza a
desvanecerse tras algunos edificios que flanquean las cuatro paredes de los dos
bajos puentes de Avenida Bullrich y Libertador. Segatori alza la vista, utiliza
una mano de visera y la otra para saludar. Después baja de la grúa y se
presenta directo al grano: "¿Y? ¿Qué te parece?", pregunta. Tiene los ojos
iluminados y no los quita de una gigantesca ilustración de Charly García, quien
parece devorarse Buenos Aires con la mirada fija y penetrante y el Obelisco en
la mano.
Obra Por una Cabeza, al ritmo del 2x4.
"Charly es un
fiel representante de la música de Buenos Aires y siempre fue admirador de
Gardel, aunque en sus inicios los periodistas le decían que su música no pertenecía
a la ciudad", cuenta a El Editor Segatori. El artista cumple una vieja promesa:
una vez le dijo a Charly, en vivo y en directo dentro de una limusina, que iba
a pintarlo junto al Diego bailando el tango. Fue en 2019, cuando intervino con
Exabrupto de Color, técnica que utiliza, la "Limurock"
que llevó a García a su cumpleaños número 68. "Diego es el 10 y yo soy el 9",
le respondió Charly. "Acá estamos,
cumpliendo la palabra", comenta con carcajada de por medio.
Maradona es tango
y está vivo. Las paredes de Buenos Aires hablan y respiran el idioma de
Segatori, uno de los tipos más influyentes del arte urbano porteño. "Yo pensé
que, desde el más allá, el Diego tenía ganas de tirarse unos pasos con Raffaella
Carrá", dice. Y ahí está Maradona,
en plena milonga con la cantante italiana, al compás de "Vos sos
Dios, vos sos Gardel, vos sos lo más", mientras Charly dirige la batuta y mientras el Zorzal Criollo admira la
escena, eternizado en el mural que está cruzando la calle.
Exabrupto de
Color y libertad
El Exabrupto de Color
es una línea abstracta que Segatori, pionero en muralismo urbano en Argentina, explora y ejecuta con frecuencia. Se trata
de una de sus facetas preferidas: "Me da libertad para trabajar", dice. Y
agrega: "Después de tanto tener que consensuar imágenes, encontré esto, que
tiene mucha tela para cortar y es un mambo distinto". El estilo implica
escopetazos al aire y pintura y colores para todos lados. "Me divierte mucho y
encuentro nuevas cosas", cuenta el artista, que se inmiscuye con sus obras en
los barrios porteños desde hace ya 30 años.
Segatori es
profesor de educación física, aunque nunca ejerció. Lo suyo era otra cosa. De
familia de artistas (mamá pintora y abuelo baterista de jazz), primero rompió
moldes con escenografías y vidrieras a los 23 años. Después comenzó a pintar
murales con aerosol y compresores, que es lo que le apasiona.
"Encontré mi
vocación, mi medio de vida y lo que me gusta: el arte en el espacio público", afirma
el artista visual, quien en trabajos de este calibre dedica cerca de ocho horas diarias en
lapsos de 10 a 12 días.
En el transcurso
de 30 minutos, decenas de personas se detienen a admirar el imponente mural.
Sacan fotos y lo saludan con afecto. Él no se queja, al contrario: "La gente se
copa, siempre va viendo qué es lo que uno está haciendo y hay un buen ida y
vuelta", explica.
El artista no
lleva la cuenta. Innumerables obras con su firma se despliegan por murales
recónditos o muy visibles de Buenos Aires, el conurbano, Córdoba, el interior
bonaerense y hasta en ciudades de otros países. ¿Cuál de sus intervenciones
prefiere? Ninguna. "Hay muchas. No puedo elegir una. Los murales son como los
hijos: los querés a todos por igual", comenta.
¿Qué le queda por
hacer? Muchas cosas. Siempre tiene ideas nuevas dando vueltas en la cabeza. Y
hay una que está cerca de quitarle el sueño: "Quiero pintar el Obelisco. Si se
da la oportunidad, ¿por qué no?", dice. ¿Se dará?
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