Sociedad
Del "supermercado de la droga" a la urbanización. Asfalto, alumbrado público, agua potable, cloacas y una línea de colectivo que ingresa por primera vez al barrio. La lucha contra el paco, la llegada de los curas villeros, la unión de los barrios y la voluntad política para saldar una deuda que ya lleva 53 años
Por: Gisela Busaniche
1 de abril de 2023
Imágenes: Silvana Colombo
-¡Callate vos! Mirá que no vas a recibir la escritura.
-¿Qué hablás? ¡Si vos ni siquiera tenés casa!
-Pero ya me la van a hacer y vos todavía vas a estar sin escritura...
Estos diálogos se pueden escuchar cuando caminas el "Triángulo", conocido como el lugar más peligroso de La Matanza. Es que a veces es mejor reírse para no llorar y estos jóvenes que trabajan en la radio parroquial "La voz de San José" lo saben. Algunos viven en las villas de Puerta de Hierro y San Petersburgo y como sus padres, incluso sus abuelos, esperan la casa prometida. Otros habitan el asentamiento 17 de marzo, una toma de fines de los años 80 como continuación de esas villas, y esperan el título de propiedad. Todos son parte de las 640 familias abandonadas hace 53 años bajo la cuenta pendiente de la urbanización.
Fotos: Silvana Colombo
Expulsados de la Villa 31
Corría 1969. Eran tiempos de dictadura. El régimen de Juan Carlos Onganía reprimía bajo "la doctrina de seguridad nacional" e impulsaba la erradicación de las "villas miserias" de la Capital Federal.
A la Villa 31 llegaban los camiones verdes con militares que levantaban a las familias, y sus pertenencias, para ser depositadas en terrenos fiscales ubicados en la provincia de Buenos Aires, pero que pertenecían a la Ciudad. Se los denominaba NHT, "Núcleos Habitacionales Transitorios", porque se suponía iba a ser sólo por un tiempo, entre seis meses y dos años.
-Nos destrozaban todo.
Eso recuerda Olga Parra, en aquel momento una adolescente de 16 años que les gritaba resignada a los militares ¿Por qué nos sacan?
-Porque ustedes tienen mal aspecto.
Eso respondieron "los milicos", asegura esta mujer de 67 años, que ya tuvo hijos, nietos y es una de las delegadas de Puerta de Hierro.
Los años fueron pasando y las respuestas nunca llegaron. Las familias consiguieron chapas con las que se hicieron las casillas sin piso, sin agua, sin cloacas, sin electricidad ni ventanas.
Los dejaron totalmente aislados. Algunos hacían changas en el Mercado Central, otros mantenían su oficio de zapatero, pero el tejido social se fue rompiendo cada vez más, como sucedió en todo el país con los vaivenes de las políticas neoliberales. El barrio creció de manera anárquica y en los años 90 fue tomado por los "transas". No sólo para la distribución de droga sino para la instalación de cocinas de pasta base. Así, ese triángulo entre las vías del Ferrocarril Sur, la Avenida Crovara y calle Colonia se convirtió en el paso obligado del narcomenudeo y empezó a ser conocido como el "supermercado de la droga".
Fotos: Silvana Colombo
Las cámaras de los noticieros enfocaban la marginalidad y la miseria. Se veía a pibes que llegaban en ese tren desde distintas partes del conurbano, se bajaban de los vagones andando, corrían a comprar el "paco" a las casillas que bordeaban las vías y volvían a subir, ya con menos desesperación.
Los adolescentes del barrio caminaban como espectros, con las manos sucias y los dedos quemados. Rancheaban en las esquinas, tirados sobre cartón o colchones en desuso, consumían pasta base, con la mirada perdida.
Reinaba la niebla. Sin agua potable y sin cloacas. Sin alumbrado ni asfalto. Con la imposibilidad de conseguir trabajo por vivir en un lugar marginal. A esa tragedia social ahora se le sumaba el paco.
"Puerta era un barrio picante. Se lo conocía por las cosas malas que se hacían acá -recuerda el joven Jko, la promesa de la villa, como le dicen-. Pero ahora está cambiando, le veo futuro y los chicos en vez de estar en las esquinas están volviendo a la escuela. Falta todavía, pero se están viendo las cosas buenas del barrio".
Jko es rapero. Está rodeado de pibes que lo corean porque va a presentar un nuevo tema. Están reunidos en la Biblioteca José Hernández, un espacio social que Graciela García, delegada del barrio, armó en el año 2000, cuando la comida no alcanzaba. Después pudo armar el ropero comunitario, el apoyo escolar y en el último tiempo la escuela de adultos y el Centro Comunitario Renacer, donde también tiene guardería para las madres que trabajan en las cooperativas.
Foto: Silvana Colombo
"Hoy hay menos neblina"
Las palabras son de Graciela, que con media sonrisa de desconfianza, elige creer. "Nos falta mucho porque vemos pibes que todavía están en la calle, pero el barrio está menos gris. ¿Viste cómo está todo asfaltado? ¿Y viste la obra del agua? Ya terminaron la instalación. Ya abrís la canilla y sale agua".
Es que la foto cambió: de un blanco y negro furioso a color. Y según las familias, mucho de este proceso tiene que ver con la llegada del padre Tano, como un puente que impulsó la urbanización.
El cura Nicolás Angelotti, más conocido como Tano, se crió en el barrio de Villa Crespo. Cuentan los que lo conocen que iba a ser jugador de fútbol, que incluso jugó en River. Cuentan, además, que pasó por la Murga de Villa Crespo y que siempre estuvo comprometido con las causas sociales. Cuando era seminarista conoció al padre Pepe, con quien trabajó durante años en la Villa 21-24. Después, ya como cura y liderado también por Gustavo Carrara, obispo para la Pastoral de Villas de Emergencia, en febrero de 2017 fue destinado a Puerta de Hierro.
- ¿Y por qué Puerta de Hierro y San Petersburgo, padre?
-Porque después de recorrer el conurbano creí y creo que es uno de los peores lugares de marginalidad, de paco, de ausencia del Estado y ausencia de construcción de comunidad y eso desafiaba.
La misión del equipo de curas de las villas era extenderse de la capital al conurbano con dos ejes claves: integración de los barrios populares y el desafío del paco, con el que ya estaban en una pelea desalmada y desigual en los barrios vulnerables porteños.
En "Puerta" y "SanPete", como los llaman, empezaban desde menos 100. Sin embargo, el Padre empezó a caminar, llegó la Capilla San José, llegaron los primeros Hogares de Cristo, los jardines y guarderías, los espacios para los abuelos, los centros de atención primaria, las canchas, el Club San José, los talleres de oficios, las clases de apoyo, la radio comunitaria, la pileta frente al barrio.
En 2016, por la triste estadística de ser un lugar narco y de delito, también llegó la Gendarmería. Hubo allanamientos. Se desmantelaron cocinas de drogas. Se arrestaron narcotraficantes. Eran tiempos de María Eugenia Vidal. En 2018 se crea el Organismo Provincial de Intervención Social y Urbana (OPISU) con el objetivo de llevar adelante una integración urbana.
Fuentes de aquella gestión cuentan que la idea era hacer una prueba piloto para 20 barrios que empezaba en Fiorito y Puerta de Hierro. Instalaron containers movibles, tipo oficinas, con la idea de empezar a urbanizar. La responsable de OPISU en ese momento fue Milagros Maylin, que se desempeñaba como secretaría de Bienestar del Ministerio de Salud porteño.
Durante esa gestión, en el barrio señalan que se terminaron dos canchas en Puerta de Hierro, tres centros comunitarios y algunas cuadras de asfalto en el asentamiento 17 de marzo. También se comenzó con un proyecto técnico de urbanización, pedidos de créditos internacionales, pero para el final de ese gobierno, la urbanización todavía era un proyecto.
Fotos: Silvana Colombo
La negociación para la transformación
A fines de 2019, cuando asume la nueva gestión de Axel Kicillof, el organismo estaba recién creado. Se decide su continuidad, pero se cambia la estructura y se le da por una ley provincial más competencia y poder de decisión. Lo explica Romina Barrios, actual directora de OPISU: "Nos encontramos con un préstamo de 30 millones de dólares del Banco Mundial para un barrio en Morón, el único préstamo efectivo. Y en negociaciones había dos créditos más: uno de 100 millones de dólares con el banco mundial para ejecutar obras en Quilmes y La Matanza. Y otro en carpeta del BID por 100 millones de dólares para urbanización. Pero OPISU no tenía capacidad de ejecutar las obras ni licitarlas, era como una cáscara vacía".
Para esta dirigente social especializada en hábitat y vivienda, la urbanización no son sólo obras y había que cambiar el paradigma: "Llevar adelante con éxito estos procesos requiere un abordaje totalmente distinto. Nosotros urbanizamos, pero urbanizar es más que hacer obras".
La pandemia obligó a atender la urgencia de los barrios populares, pero eso no evitó continuar con el armado de los proyectos técnicos. Se incorporaron al organismo arquitectos, urbanistas, ingenieros y demógrafos.
Barrios vive rodeada de planos en su oficina de La Plata. Camina los 51 proyectos de urbanización que se están realizando en toda la provincia y conoce al detalle cada uno. Es meticulosa y a la pregunta de por qué se tardó tanto en comenzar a urbanizar Puerta de Hierro y los otros barrios, contesta: "Apenas llegamos, armamos una mesa de trabajo. Participaron el padre Tano, el padre Toto y el padre Pepe, representantes de la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Nación, que llevaban adelante el préstamo del Banco Mundial, y el director del Instituto de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, pero faltaba una pieza muy importante sin la que, desde nuestro punto de vista, no podíamos avanzar. No estaba el Municipio".
La Matanza tardó en sentarse en esa mesa. Según fuentes del municipio, la Ciudad de Buenos Aires nunca cumplió la promesa de construir viviendas dignas, hizo una especie de "deportación de pobres" y nunca hizo estudios de impacto ambientales lo que generó condiciones de vida no dignas y hacinamiento.
Spoiler: esta es una historia que supera la grieta y un ejemplo de que, atravesándola en acuerdos mínimos, y con voluntad política, llegan las respuestas a los vecinos y vecinas.
Incluso, en este proceso, también es protagonista el diputado del Frente de Todos y presidente del PJ de Buenos Aires, Máximo Kirchner. Sus continuas visitas para colaborar con la obra del padre Tano le dieron el impulso político necesario para que se avance en la transformación. La última vez que los visitó fue el 1 de marzo, cuando dejó la silla vacía en la apertura de sesiones del 1 de marzo, pero recorrió junto al padre Tano el Parque de la Integración Tierra, Techo y Trabajo.
Foto: Silvana Colombo
A un paso de la urbanización
El proceso fue largo... muchas veces se estancó y parecía imposible. Eran muchos actores. Pero después de dos años de reuniones de OPISU con cada parte involucrada, finalmente, se destrabó. Se firmó un convenio tripartito entre OPISU en nombre de la Provincia, el Instituto de Vivienda porteño (IVC) y el Municipio de La Matanza. Se decidió que la Ciudad donaba las tierras a OPISU con "el único efecto de trasladarla a los ocupantes" (sancionado por unanimidad en la Legislatura, en julio de 2022), que el Municipio de La Matanza asumía la condonación de 20 mil millones de pesos de deudas por impuestos impagos de CABA a cambio de la inversión que hace la Provincia para los tres barrios. Y se acordó que OPISU comenzaba la urbanización con los delegados de los tres barrios, también sentados en la mesa de negociación.
¿Qué volvieron a pedir los delegados? Agua para los tres barrios, casas para Puerta de Hierro y San Petersburgo, y títulos de propiedad para las y los vecinos de 17 de marzo.
Hoy, ya están en construcción las primeras 77 viviendas para San Petersburgo, con presencia de vecinos que trabajan y acompañan el proceso. Hay obras en ejecución de apertura de calles, iluminación y de AYSA.
En Puerta de Hierro se realizaron 643 conexiones de agua. Está en marcha la primera manzana de la calle Pekin, de 22 casas. Se licitó la segunda etapa de 98 viviendas y se espera antes de mayo que estén licitadas 240 hogares más para ambos barrios. En 17 de marzo y 17 de marzo Bis, además del agua, el asfalto y alumbrado, se hizo la regularización dominial para entregar las escrituras.
"¿Sabés lo que es ver una calle después de 53 años de ver un pasillo?", cuenta el referente de San Petesburgo, Tate Leira, y recuerda la desconfianza que había y todavía hay, pero por primera vez dice que tiene fe de que se cumpla la promesa.
"¿Sabés lo que es que por primera vez pase el colectivo por acá? Podemos ir al hospital directo. No lo podemos creer", dice Mayra, de 30 años, mamá de 5 hijos, que antes no tenía ni una changa y hoy trabaja en la Casa Social de San José.
El espíritu del padre Bachi Britez está presente. Él fue el primero que peleó la urbanización de Villa Palito, otro barrio de La Matanza, pero falleció por covid en 2020. En la foto del WhatsApp del padre Tano está el afiche con el lema: ¡Casas para Puerta de Hierro y San Petersburgo! ¡Escrituras para 17 de marzo y 17 de marzo bis! Detrás, están las caras de perfil del padre Bachi y el Papa Francisco. Los dos son parte y continuidad del trabajo de los Curas Villeros en esos barrios para correr la neblina.
Es que ahí donde todo era gris, donde antes deambulaban como entes los pibes cooptados por la pasta base, hoy caminan trabajadores del barrio que van y vienen a las obras. Donde antes había tierra, casillas y drogas, hoy hay asfalto, chicos jugando y el colectivo 630, que por primera vez entra a las villas y abre el camino.
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Los restos del Sumo Pontífice fueron trasladados a la basílica de San Pedro, donde permanecerán durante tres días hasta su funeral este sábado.