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Rodríguez Larreta: la represión como carta de presentación

La trágica muerte de una nena de 11 años en Lanús paralizó la campaña electoral y suspendió los actos de cierre. Pero la política no se tomó descanso

Por: Agustín Alvarez Rey
12 de agosto de 2023

La represión que llevó a cabo la Policía de la Ciudad el último jueves por la noche en el centro de la Ciudad de Buenos Aires ofició como la reafirmación de un modelo que se pondrá en disputa en las PASO. La pelea intestina del PRO por la jefatura de la oposición está manchada de sangre, violaciones de derechos y operaciones de bajo nivel político.

A Horacio Rodríguez Larreta no le hizo falta cierre de campaña con tono amenazante y discurso temerario. Bastó soltarle la rienda a la policía porteña para que se trasmita en cadena nacional cual será la política pública para contener el descontento social.

La realidad se impone sobre los discursos. No hay matices en la oposición. Patricia Bullrich o Larreta, lo mismo da. Salir a protestar será ponerse en peligro, gane quien gane las PASO, si Juntos por el Cambio se impone en la general. La advertencia se escribió en este mismo medio hace unas cuentas semanas.

El discurso moderado y dubitativo cae al vacío ante las imágenes que muestran las convulsiones de Facundo Molares, el fotoreportero que murió el jueves por la noche, en manos de la fuerza de seguridad porteña luego de una violenta represión.

"La violencia de arriba genera la violencia de abajo", decía Juan Perón y decía bien. Esa ley no escrita en los manuales de Ciencias Políticas, que explican todo menos la Argentina, está probada a sangre y fuego. Y sí, también es parte de los 40 años de democracia.

Dice Antoni Gutiérrez Rubí, uno de los hombres importantes de la campaña del oficialismo, que "según el último informe del Latinobarómetro, más de una cuarta parte de la ciudadanía de la región es indiferente al tipo de régimen -democrático o no- que rige para sus vidas. Más aún: casi uno de cada cinco latinoamericanos menores de 25 años prefiere un sistema autoritario en sus países". Eso aplica a la Argentina, esos números lee Rodríguez Larreta. Y en tiempo de política on demand, ejecuta.

La represión es una marca registrada de la gestión PRO, en la Ciudad y la Nación. La memoria se hace selectiva y los medios alimentan la amnesia, pero la única verdad es la realidad.

En abril de este año se cumplieron 10 años de la represión en el Borda. Reprimir para gobernar, reprimir para hacer negocios inmobiliarios. Jujuy es el sueño húmedo del macrismo porteño. Morales y su cara de satisfacción en cada foto de campaña lo sintetizan. El gobernador de Jujuy es un significante en cada afiche de campaña. Es la cara de lo que no pueden decir, pero que parecen ya no tener dudas en hacer.

La complicidad de medios y el aval de la sociedad juega un rol que Larreta aprovecha como pocos. Si no hay costo político por reprimir, si no hay condena en las urnas por prometer conculcación de derechos, qué lo detendría.

Lo del jueves a la noche pareció un botón de muestra. Los medios tardaron más de la cuenta en confirmar la muerte. Hacía falta la orden y la línea oficial. A los pocos minutos la información apareció: "Murió de un infarto" y "Era militante de la FARC". La represión pasó a segundo plano. Ambos candidatos a presidentes por la oposición se aferraron a ese libreto. Los medios que financian también. La verdad en televisión muere todos los días a las 6 de la tarde, y la noche del jueves no fue la excepción.

Los comunicadores que sobreactuaron congoja por la muerte de una piba de 11 años, que formaba parte del sector de la sociedad que quieren exterminar, justificaban el accionar de la Policía porteña que culminó con la muerte de Facundo Molares.

Todo pasa por el tamiz de los medios y de las redes. No hay escapatoria. Con el Estado en retirada la realidad se trasmite, en el mejor de los casos, por una pantalla plana de 42 pulgadas, o, en el peor, en una pantalla astillada de 6. La ecuación es sencilla: A menos Estados, menos barrio, esquina y menos realidad. La ventana que maneja el sentido común tiene control remoto y está en comedor diario.

Sin embargo, hay fuegos que solo se apagan con gestión. El ruido de los estómagos solo se calma con comida. El dolor de no tener solo se puede sosegar con esperanza.

Cuando la represión es la única alternativa, y el universo para echar culpas se agota, la mecha se acorta.

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