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Ser mujer policía, o cuando el patriarcado usa gorra

Chalecos antibalas diseñados solo para hombres, lactarios en comisarías usados por policías varones para dormir la siesta, carpetas psiquiátricas por reclamar derechos o por una queja de una situación injusta y discriminaciones por género que a las mujeres les impiden ascender. Aquí, un pequeño viaje al techo de cristal en las comisarías de la Ciudad

Por: Ximena Quinteros
8 de abril de 2023

Subte línea C. 14 de febrero. Mediodía agobiante. La horda humana baja de la formación que acaba de llegar a estación Retiro. Un hombre pide ayuda. Al parecer está descompuesto. A pocos metros, la oficial Maribel Zalazar advierte la situación. Llega. Se arrodilla. Ayuda a la persona caída. Pero algo la incomoda al maniobrar. Su chaleco no le permite hacer movimientos ágiles. La oficial se preocupa por ese hombre. Está sola. "Más que sola está regalada", subraya una agente de la Policía de la Ciudad a El Editor. "Se supone que tenemos que estar en binomios, estar de a dos. ¿Sabés cuántas hemos muerto por estar solas y regaladas en la calle? Un montón. Y eso es porque quieren mostrar que estamos en todos lados, mostrar que hay más polis en la calle, pero deberíamos estar de a dos. Más en un lugar con tanto tránsito de gente como la estación Retiro del subte", agrega indignada la oficial que tiene 20 años de caminar las calles porteñas vestida de azul.

Maribel Zalazar asiste a Oscar Valdez, el hombre aparentemente descompuesto. Le ofrece agua, pero él le arrebata el arma reglamentaria y dispara. Dos tiros contra ella, otro contra el empleado del subte que también había llegado a ayudarlo, y otros tres contra la gente. Maribel se desangra. Llegan las ambulancias del Same. Pero la suerte está echada. Maribel fallece en el Hospital Churruca. Y la bronca estalla en los grupos de whatsapp de las y los policías de la Ciudad. "No puede ser que no tengamos equipamiento para estas situaciones". La TV está en otra. Allí los panelistas elaboran tesis acerca de si Valdez estaba cuerdo o tenía sus facultades mentales alteradas. Pero ese no es el punto. Por ese motivo Maribel no se murió. "Fue porque el chaleco que nos dan a las polis son para varones. Entonces nos quedan grandes. Por más que nos den el talle "Small" de los hombres, son muy grandes para nosotras", detalla compungida Marcela, una policía con 10 años de servicio.

"Si tuviéramos chalecos anatómicos, muchas muertes de mujeres policías no se producirían. Nos cuesta sacar el arma ante un delito por ejemplo, es difícil maniobrar. Además, si estamos amamantando, empezamos a tener muchísimos dolores en los pechos y en la espalda. Como esos, hay millones de ejemplos que padecemos las mujeres polis. Y si nos quejamos, nos meten carpeta psiquiátrica. Porque las mujeres siempre somos las locas. Y ahí sí olvídate de conseguir un ascenso", advierte la agente. Porque si el mundo es patriarcal, en la fuerza policial lo es mucho más.

La mejor policía del mundo

Corre el año 2016 y el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta junto a la ministra de Seguridad nacional de entonces Patricia Bullrich se felicitan a sí mismos por tener una fuerza moderna y equipada. Uno de los ejes que más publicitan es la creación de una Defensoría del Personal de la Policía de la Ciudad, instaurada para proteger los derechos del personal de la fuerza porteña tutelados tanto en la Constitución Nacional como en la carta magna de la Ciudad de Buenos Aires. Pero, aunque han pasado más de seis años de la sanción de ley, el organismo no cuenta ni con una oficina donde se puedan hacer las denuncias ante los abusos que padecen de parte de los cuadros superiores. Aunque la violencia institucional no distingue géneros, las mujeres suelen ser las más desprotegidas y agredidas. Llegar a rangos de mando es prácticamente una utopía para ellas, el cargo más alto que suelen alcanzar es suboficial (el escalafón es oficial general, oficial mayor, oficial Inspector y oficial). "Salvo que seas la "novia" de algún comisario. Suena horrible, pero así funciona", apunta una agente consultada por El Editor. Quienes reclaman por situaciones que no son justas reciben diferentes tipos de sanciones y "castigos" que, en muchos casos, obliga a las y los policías a abandonar sus cargos. "Y si sos mujer, peor todavía", agrega Marcela.

En el caso de las mujeres que maternan el maltrato es más grave en la Policía porteña, ya que la condición de maternar es vista como un problema. En estos casos, según establece la Organización Mundial de la Salud (OMS), las oficiales deben trabajar seis horas diarias hasta los dos años del lactante. Sin embargo, a las mujeres madres se les exige que a partir de que el bebé cumplió un año de edad, deben incorporarse a sus tareas dentro de la fuerza con jornadas de hasta 12 horas por día y horarios rotativos. "Cuando vamos a reclamar lo que dicta la ley, la respuesta de nuestros superiores es que contratemos una niñera que cuide a nuestros hijos o hijas", cuenta una madre policía y agrega: "Cuando volvemos a nuestras rutinas nos vemos obligadas a sacarnos leche en la vía pública ya que no nos permiten movernos de la zona donde estamos cumpliendo nuestras tareas que suelen ser en la calle". Es usual ver a las mujeres policías en estaciones de servicio con un saca leche. Las comisarías que cuentan con lactarios, son utilizados como vestuarios para jefes, comedores o siestario de choferes.

Uno de los beneficios que contempla la Ley de Seguridad Pública son los 45 días de licencia que los agentes pueden tomarse, según establece el artículo 162 cuando se trata de un caso de incapacidad temporaria para el desempeño de las tareas habituales producida por enfermedades o accidentes sufridos por causas ajenas al servicio, de corto tratamiento, incluidas las intervenciones quirúrgicas menores. Sin embargo, quienes pasan el tope de días contemplados, incluso con certificados médicos que avalen la ausencia por enfermedades son castigados. Aún cuando el artículo 163 de la ley establece las licencias por enfermedades prolongadas que contempla cuadros graves, intervenciones quirúrgicas excepto la cirugía menor, o accidentes complejos sufridos por causas ajenas al servicio; y concede hasta seis meses de tratamiento, en forma continua o discontinua, para una misma o distinta enfermedad o accidente. Sin embargo, este artículo no se tiene en cuenta, ya que el límite para quienes comandan la fuerza de seguridad es 45 días, pero con represalias.

En la mayoría de los casos de las personas que superan el tope de licencia de 45 días, sin importar la enfermedad o problema que la agente tenga, el mecanismo es el mismo o similar para todas y también para todos: el comisario general solicita que la o el oficial acuda a una consulta psicológica que suele diagnosticar cuadros de salud mental; el siguiente paso es solicitar el desarme -que repercute en el sueldo-, se entrega el arma, chaleco, esposas y la persona pasa a estar en situación de "disponibilidad", es decir, que se la separa de sus funciones y tareas ordinarias. Una vez que pasa esas etapas, prácticamente establecidas, la situación de revista culmina con retiro voluntario o despido por no cumplir los requisitos necesarios para estar dentro de la fuerza.

El total de las personas de la fuerza de seguridad porteña que consultó El Editor sobre la violencia intrapolicial coincidieron en que "se viola la Ley 5688" y que es "muy difícil" o "imposible" de ascender en el caso de las mujeres y aclaran que cuando una de ellas se encuentra con una enfermedad o tratamiento prolongado "la posibilidad de romper con el techo de cristal se convierte en nula". En el caso de los hombres, reclamar es "signo de debilidad".

"Los chalecos que usamos las mujeres son muy ajustados en la parte superior, son incómodos hasta para sacar el arma", señalan las policías y agregan que en muchos casos "lastiman porque aprietan en la zona del busto y hasta generan náuseas". Además, las policías remarcan "que muchos de los chalecos están vencidos, ya que tienen una durabilidad de cinco años", y agregan que hay muchas mujeres con problemas de cervicales, lumbalgia o hernias de disco por el peso de los mismos debido al tiempo que deben utilizarlos, ya que mientras están de servicio no suelen quitárselos. Ese tipo de armadura suele pesar como mínimo entre 8 kilos y 10 kilos.

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