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Trasnoche de fútbol y apuestas en el conurbano

En el fútbol amateur del conurbano la pasión y la necesidad se entrelazan en cada partido. Aunque juegan de madrugada el público es cada vez mayor, como las apuestas. Los desafíos en las canchas de futsal se convirtieron en fuentes laborales para quienes disputan cada partido. La Sub 21, la preferida de los espectadores y contrincantes cautiva con su forma de juego cada vez que se presenta

Por: Gustavo Grazioli
24 de junio de 2023

En las canchas de fútbol del Gran Buenos Aires, las luces no encandilan a nadie. Se juega por pasión y también por necesidad. El gol es comunión, abrazo, alegría y en algunos casos, un medio de vida. En estos potreros de barrios donde late la solidaridad y en los bolsillos no sobra nada, la pelota es fuente laboral. Muchos equipos llegan con la ilusión de llevarse un mango en noches de partidos interminables, mientras la gente duerme. No importa frío, calor ni lluvia. Acá se juega igual.


Franco Roldán y Nahuel Fleita con un fanático de La Sub 21. Foto: Silvana Colombo


Uno de los equipos más representativos en este terreno amateur, se llama La Sub 21 - nombre que le deben a la banda juvenil carcelaria de la serie El Marginal -. La gente paga entradas para verlos jugar y apuesta por ellos con los ojos cerrados. Sea donde sea. Pueden ser las diez de la noche, como las dos de la madrugada, que el público está presente. Su forma de juego cautiva y despierta una euforia impensada.


"Siempre fue un grupo de amigos. Íbamos en coche recorriendo muchos barrios y nos hicimos conocidos", cuenta Franco Roldan (27), jugador y capitán de La Sub 21, a El Editor. Y confiesa que, si tiene que mencionar todos los lugares donde fueron a jugar "no terminaría más", aunque da algunas pistas geográficas que van desde Burzaco, Merlo, Ezeiza hasta José C. Paz, entre otros lugares. El equipo nació hace seis años en Villa Caraza (Lanús Oeste), pero comenzaron a tomar impulso popular durante la pandemia. El boca a boca en las redes sociales, comenzó a tejer un gran caudal de seguidores y los apostadores encontraron su diamante en bruto.


Fotos: Silvana Colombo


En estos partidos las apuestas tienen una base de 60 mil pesos para arriba. Los clubes donde se llevan a cabo los encuentros siempre se llenan y quienes juegan, no solo deben sortear la presión de que la pelota entre en el arco, sino también las dimensiones de canchas que se achican por el espacio que ocupan los espectadores. Si bien la mayoría se pone del lado de afuera, pegados a la línea de los laterales y corners, según la jugada y el peligro de gol, terminan acercándose tanto que los espacios se reducen a tal punto que debe interceder el arbitro para pedir que se corran.



Fotos: Silvana Colombo


"Tengo la posibilidad de vivir de esto. Juego 2 o 3 veces por semana y la verdad que la plata siempre ayuda. Quizás nosotros jugando 3 o 4 partidos ya salvamos la semana", explica Roldan, quien además de jugar en La Sub 21 y ser codiciado por apostadores que lo quieren llevar a sus equipos, jugó en las inferiores de Huracán y actualmente forma parte del club Miriñaque en futsal.

El desempeño de La Sub 21 ha llegado a oídos de jugadores de la Selección Argentina y según cuenta la historia, algunos integrantes de la Scaloneta se animaron a un desafío y perdieron. "Tenemos amigos en común como facundo Medina y Thiago Almada. Salió de jugar un partido para compartir algo, una comida... y de paso no faltó la oportunidad de apostarnos", revela Roldan sobre aquella experiencia con jugadores de la albiceleste, en la que se impusieron con su universidad del potrero y se llevaron 100 mil pesos.



Foto: Silvana Colombo


El fútbol de la muchachada

Lo que recauda La Sub 21 se divide en partes iguales. A veces, hay partidos donde no hay ganancia, pero no es algo que les quite las ganas de seguir yendo a jugar de barrio en barrio. En este trabajo lo que impera es la libertad, el fútbol y cumplir el sueño de sentirse jugador, más allá de que la suerte no haya acompañado hasta alcanzar un club profesional. Eso no impide que la pelota sea su forma de vida ni se privan de experimentar lo mismo que un futbolista de elite, al que le piden fotos y autógrafos. A estos chicos también les sucede eso y hasta tienen fans que se tatuaron el escudo del equipo.


Franco Roldán entrena en la cancha del 5to de Villa Jardín. Foto: Silvana Colombo


"Es hermoso el fútbol de la muchachada. El fútbol amateur, el de los equipos de barrio. El que se juega en canchas alquiladas. O en los pocos potreros que nos quedan", escribió Alejandro Dolina. Y en parte La Sub 21 lo que intenta sostener es esa idiosincrasia. "Un grupo de amigos que hace feliz a mucha gente", dice en su bandera. La gente que los sigue, lo hace por su estilo de juego y por su esencia más primigenia con la pelota: gozar de tirar un caño, un sombrero, compartir la victoria, la derrota y degustar un gol colectivo. Algo que se ve cada vez menos en los partidos de primera división.

"Compartir momentos con mis amigos. Podemos ganar o perder, pero nosotros nunca cambiamos nuestra esencia de ser los mismos y de triunfar juntos, y conocer muchos lugares a través de la pelota. Es algo único", explica Roldan al referirse a las cosas que más le gustan del fútbol, de este fútbol en donde el potrero es lo más parecido a un aeropuerto de vitalidad.

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